Chile tiene una condición excepcional para la producción de diferentes productos, insumos y materias primas alimentarias que, cada año, se transforman en las delicias que adornan los platos y recetas de los comensales locales y de gran parte del planeta.

Salmón chileno: Un clúster natural

La industria del salmón es un ejemplo de cómo las ventajas comparativas proporcionadas por la geografía y las excepcionales condiciones naturales se convierten en ventajas competitivas para la actividad económica.

Según AZERTAC, el cultivo de especies salmonídeas se desarrolló a partir de una colaboración entre la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA) y la Fundación Chile, cuyos primeros resultados comerciales datan de 1981. Con el tiempo se fue conformando un clúster natural al integrar actividades financieras, de transporte, equipamiento, alimentación para peces y otros servicios, como también conocimiento y recursos humanos derivados de institutos especializados y universidades.

Chile se ha convertido así en el segundo exportador de salmón a nivel mundial. Aún más importante es que, en este campo, la investigación científico-tecnológica en pesca y acuicultura ha sido vital para atenuar los negativos impactos sociales, ambientales y de inocuidad alimentaria de la industria del salmón y de la pesca industrial, en general.

La información científica y la participación comunitaria han sido claves para discutir el marco de políticas públicas y regulaciones que aseguren la sostenibilidad de la actividad pesquera y de la acuicultura en el tiempo.

Las exportaciones de salmón alcanzaron un valor de USD 4.400 millones en 2020. Su cultivo se realiza bajo rigurosas regulaciones de inocuidad, protección del medioambiente y métodos de alimentación.

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